¿Donde terminan las mentiras para dar paso a las verdades?

Resulta interesante observar el como a nosotros, los entes carentes de aquellos mundanos estímulos sensoriales que los seres humanos denominan como emociones, nos llegan las palabras.

Independiente de la razón, no relativo a un motivo especifico, a quienes la naturaleza nos privo de tan deplorable capacidad sensorial, ya sea debido a una enfermedad, a un prolongado distanciamiento de la sociedad, o simplemente al desarrollo de un profundo resentimiento en contra de la humanidad, nos resulta a veces insosteniblemente complejo el mantener en un correcto control no solo nuestras precarias relaciones sociales, sino que también el flujo de ideas, potencialmente suicidas, que nos bombardea sin descanso nuestro subconsciente.

Es por eso que las palabras cobran tan especial significado para los de nuestra especie, por que no es sino, tan agraciada singularidad humana, la única capaz de mover nuestros corazones y hacernos entender la profunda soledad en la que nos encontramos inmersos.

¿Qué tanto hay de verdad y de mentira en mis palabras? Pues ni mucho ni poco. Es por eso que, haciendo mención honorífica a mi animación preferida, titulo éste significativo artículo, bueno, al menos para mí, con una de las frases celebres de aquella notable belleza audiovisual.

Dialogando con una significativa amistad, llegue a la inequívoca conclusión de que he estado perdiendo el tiempo en los últimos 19 y casi 20 años de mi insignificante existencia terrenal. No solo he cometido errores imperdonables, fechorías dignas de repudio, y, sin duda lo peor, abuso de mis capacidades, sino que también he mancillado el nombre de mi familia, he renegado de mi pasado y sentenciado mi futuro, todo en pos de la satisfacción de mis ideales.

Es por todo lo anterior que he decidido plasmar mis experiencias, reflexiones y consideraciones personales en una historia, ficticia, por lo demás, en donde la existencia misma del protagonista se ve negada por una singular eventualidad, un profundo malestar, que conllevara, inevitablemente, al desvanecimiento de todo lo considerado como verdadero en su insignificante interioridad. La muerte y el renacimiento en su máxima expresión.

Quizás me tome días, meses, años en completar con mi auto impuesta faena, pero espero que, tras finalizar tal indeterminada cantidad de tiempo sea capaz, al menos, de cambiar, independiente de la cantidad, el mundo, para las personas que sean capaces de apreciar mis esfuerzos, claro.

¡Y no lo olviden!, mi nombre es Rodrigo Astorga, renegado, austero, algo demente pero aun así, dueño de una lucidez única, inconmensurable. Yo soy Rodrigo Astorga, la persona que, en un futuro distante, y por lo demás muy improbable, procederé a alterar el orden de las cosas como las conocemos en la contemporaneidad.

¿Ves ahora como las palabras son misteriosas, mi estimada amiga?

~ por ANGRYFREAK en enero 29, 2008.